divendres, 17 d’abril del 2009

Concurso de Blasfemias



El Egregio Agrimensor y afamado Dr Frikosal nos ha deleitado con la crónica del último gran Concurso de Blasfemias en el que injustamente he quedado en cuadragésimo lugar.
Ya van por la CCCLVIII edición y me ha parecido oportuno reivindicar a una de sus más insignes figuras: mi bisabuelo materno.
Ganó el concurso de blasfemias durante 17 años seguidos, récord imbatido hasta la fecha. Las decisiones de los jueces siempre fueron unánimes, indiscutibles. Nadie le superó en ninguna puntuación: ni en creatividad (9,8), ni en rigor teológico (9,7), ni en declamación (9,6). Pero en lo que en realidad era un maestro, en lo que acongojaba a los jueces y asistentes, era en su inigualable capacidad de injuriar, de improvisar denuestos e irreverencias nunca oídos antes por ningún alma temerosa de la ira del Altísimo. Ultrajaba como nadie lo había hecho antes, con una maldad y saña que asustaba a los convictos del penal en el que vivió en sus años de aprendizaje. Soltaba dicterios, injurias, denuestos, vituperios, menoscabos y prejuicios en todo momento.
El juramento y la irreverencia formaba parte de su habla natural. Colaba una media de tres en cada frase.
Blasfemaba al pedir un coñac; blasfemaba al llamar a mi abuela; blasfemaba con la autoridades civiles; blasfemaba para comer; blasfemaba para cenar; blasfemaba para ir a defecar y blasfemaba para ir a miccionar.
Era malo, como yo, pero tenía el mérito de ser creyente de misa diaria. El blasfemo si es ateo ofende la mitad y eso los jueces lo deberían tener presente. O no.


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dissabte, 11 d’abril del 2009

El jardín de sombras



Algunas flores manchan la penumbra de cobalto y amarillo; otras destacan por su cerrazón en la pereza de la primavera nueva. Piedras, musgo, helechos que se exhiben en la sombra. La alberca decanta el agua hacia la luz de los naranjos con el murmullo de un jardín moro.
Ahora llueve.

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dijous, 2 d’abril del 2009

¿Por qué?


¿Por qué a él sí y a mí no? ¿Por qué? ¿Quién es mejor ufólogo? ¿A quién le dieron el merecido premio?
Admito que es un experto en mancias y que su condición de religioso le da acceso a parcelas del saber oculto que a mí no se me permiten. ¿Pero dedicarle una calle en vida? Ah no. Eso no. Y que conste que no soy envidioso, bueno, sí. Y qué.

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